18 enero 2020

El primer Banco nacional, no lo fue tanto...

El Banco Nacional [ex Banco de Descuentos, fundado en 1822] fue desde el primer momento un enemigo de las industrias y aún del comercio local. Manejando la moneda y el crédito, impidió que el bloqueo que el Brasil estableció, redundara en un florecimiento de la capacidad creadora argentina. «Los adversarios del Banco Nacional decían que éste había dado un golpe mortal al espíritu de empresa, adoptando el sistema de disminuir los descuentos; que el estado de guerra no debía aconsejar la limitación de las emisiones, porque si la guerra privaba al país del comercio exterior, aumentaba el comercio interior...» que es lo que justamente se proponía impedir la política de la diplomacia británica y que coincide en un todo con la política que actualmente desarrolla el Banco Central. 
El gobierno nacional no tuvo nunca acción ejecutiva dentro del Banco Nacional. «Todas las indicaciones del representante del gobierno fueron resueltas negativamente», dice De Vedia. En realidad el Gobierno Nacional era un prisionero del Banco, tal cual ocurre hoy mismo. Dorrego lo aprendió a su costa. Manejando las posibilidades coercitivas del Banco Nacional, se le obligó a Dorrego a refrendar la independencia de la Banda Oriental, en contra de la cual tanto y tan airosamente había combatido desde la oposición. 
El Banco Nacional fue uno de los instrumentos de la política separatista de lord Ponsomby, quien pudo escribir a lord Dubley. «No vacilo en manifestar a usted que yo creo que Dorrego está ahora obrando sinceramente en favoz de la paz. Bastaría una sola razón para justificar mi opinión, que a eso está forzado... por la negativa de proporcionárseles recursos, salvo para pagos mensuales de pequeñas sumas...» (Ven Archivo Nacional. Legajo Lord Strangford y Luis A. Herrera, «La misión Ponsomby»). 
El Banco Nacional cesó en sus funciones en 1836. Rosas, ya afirmado en el poder, reinvindicó para el gobierno la facultad de emitir billetes y creó la Caja de Moneda. Sin herirlos ni mencionarlos, quitaba a los ingleses una de sus grandes armas de dominación. «El capital con que se levantó el Banco», dijo Rosas en su mensaje de 1837, «fue todo una ficción y desde los primeros momentos de su giro sus billetes tuvieron el carácter de inconvertibles... El Banco Nacional, hecho arbitro de los destinos del país y de la suerte de los particulares, dio rienda suelta a todos los desórdenes que se pueden cometer con influencia tan poderosa».
Con la Caja de Moneda, Rosas, lo mismo que los ingleses desde el Banco Nacional, hizo política, pero era una política nacional, no una política manejada por la diplomacia extranjera para utilidad de los extranjeros.


Raúl Scalabrini Ortiz, Política británica en el Río de la Plata. (1943)
Ed. Sol 90, Barcelona, 2001.
Corchetes y negritas propias de este blog.

26 noviembre 2019

[...] contrariamente a lo postulado por la historia oficial, los pobladores del virreinato no fueron "víctimas" del monopolio español, sino beneficiarios de éste, dado que el monopolio fue la causa de que surgiera la vida industrial.
[...] el tan desprestigiado monopolio español produjo la autonomía industrial de la América española en general y del virreinato del Perú en particular. Sin embargo, España no poseía la capacidad naval de controlar y vigilar el Atlántico Sur, situación que provocó que el Río de la Plata se convirtiera en un verdadero "nido de contrabandistas".
[...]
Hubo, de esa forma, en el virreinato del Perú dos zonas aduaneras: la monopolizada y la franca. Aquella con prohibición de comerciar, y ésta con libertad -no por virtual menos real- de cambiar sus productos con los extranjeros. Y aquella zona, la monopolizada, fue rica; no diré riquísima, pero sí llegó a gozar de un alto bienestar. En cambio, la región de Río de la Plata vivió casi en la indigencia. Aquí, donde hubo libertad comercial, hubo pobreza; allí, donde se la restringió, prosperidad.
[...] Buenos Aires, entregando los cueros de su riqueza pecuaria por productos extranjeros, no podía tener -y no tuvo- industrias dignas de consideración.
[...] No solamente no hubo industrias a causa de la fácil introducción de productos europeos, sino que los contrabandistas acabaron por extinguir el ganado cimarrón.


José María Rosa, Defensa y pérdida de nuestra soberanía económica. Citado en Marcelo Gullo, la historia oculta.

01 septiembre 2018

Milagro

Milagro pudo dar lo que dió porque lo conocía, la habían llevado en auto al colegio. Al que siempre vivió en la miseria la imaginación le queda corta para desear, antes de anhelar es necesario ver, y no de lejos. Pero tampoco es capaz de imaginar la escasez el que nació en la holgura. Inútil exigírselo, Milagro lo sabía cuando le dijo a la locutora: "El rico no tiene oído". Moraleja, la doble pertenencia social nos divide, nos parte por el medio, pero también nos permite, en casos excepcionales de generosidad, utilizar lo que se dabe de un mundo para auxiliar al otro.
Doble pertenencia, doble identidad: Milagro fue una niña rica, pero de cara negra, Evita fue la hija de un estanciero, o testaferro de estancieros, y de una pobre chica vendida a este por su madre a cambio de una yegua y un sulky.

Alicia Dujovne Ortiz, Milagro.
Buenos Aires, Marea, 2017.

23 marzo 2018

Servidumbre voluntaria

Apenas puede creerse la facilidad con que el vasallo olvida el don de la libertad, su apatía el recobrarla y la naturalidad con que se sujeta a la esclavitud, que se diría que no ha perdido su libertad sino ganado su esclavitud. Es cierto que las primeras víctimas del despotismo lo sufren con violencia; pero los que nacen después de ellas, como no han disfrutado de la libertad, ni saben en qué consiste, sirven sin repugnancia y hacen de buena gana lo que sus antepasados sólo hicieron a la fuerza. Esto proviene de que naciendo los hombres bajo el yugo, crecen y se desarrollan con él. No miran más adelante y se complacen en vivir como han nacido, sin pensar en otro derecho ni otra felicidad que la que han encontrado, y llegando finalmente a persuadirse de que el estado de su nacimiento es el de su naturaleza. ¡Cosa extraña, cuando por otra parte no hay heredero, por descuidado y pródigo que sea, que no examine alguna vez sus papeles para asegurarse de si disfruta de todos los derechos de su sucesión, o si una mano usurpadora le privó de algunos de ellos a si o a sus antecesores! Pero tal es la fuerza de la costumbre, que ejerciendo un dominio irresistible sobre todos los actos de nuestra vida, parece que en ninguno ha puesto tanto empeño como en enseñarnos a ser esclavos.


SOBRE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA, Étienne de La Boétie (1548)

07 noviembre 2017

Política

Efectivamente, la política no es en principio el ejercicio del poder y la lucha por el poder. Es ante todo la configuración de un espacio específico, la circunscripción de una esfera particular de experiencia, de objetos planteados como comunes y que responden a una decisión común, de sujetos considerados capaces de designar a esos objetos y de argumentar sobre ellos. He tratado en otro lugar de mostrar cómo la política era el conflicto mismo sobre la existencia de este espacio, sobre la designación de objetos que compartían algo común y de sujetos con una capacidad de lenguaje común.
El hombre, dice Aristóteles, es político porque posee el lenguaje que pone en común lo justo y lo injusto, mientras que el animal solo tiene el grito para   expresar placer o sufrimiento. Toda la cuestión reside entonces en saber quien   posee el lenguaje y quién solamente el grito. El rechazo a considerar a   determinadas categorías de personas como individuos políticos ha tenido que   ver siempre con la negativa a escuchar los sonidos que salían de sus bocas   como algo inteligible. O bien con la constatación de su imposibilidad material   para ocupar el espacio-tiempo de los asuntos políticos. Los artesanos, dice   Platón, no tienen tiempo para estar en otro lugar más que en su trabajo. Ese "en otro lugar" en el que no pueden estar es, por supuesto, la asamblea del   pueblo. La «falta de tiempo» es de hecho la prohibición natural, inscrita incluso   en las formas de la experiencia sensible.  
La política sobreviene cuando aquellos que «no tienen» tiempo se toman ese   tiempo necesario para erigirse en habitantes de un espacio común y para   demostrar que su boca emite perfectamente un lenguaje que habla de cosas   comunes y no solamente un grito que denota sufrimiento.
[...]
La política consiste en   reconfigurar la división de lo sensible, en introducir sujetos y objetos nuevos, en   hacer visible aquello que no lo era, en escuchar como a seres dotados de la   palabra a aquellos que no eran considerados más que como animales   ruidosos. Este proceso de creación de disensos constituye una estética de la   política que no tiene nada que ver con las formas de puesta en escena del   poder y de la movilización de las masas designados por Walter Benjamin como   «estatización de la política».

Jacques Rancière, Políticas estéticas.

01 noviembre 2017

Se confundía el género con la élite



Que cada cual reflexione como quiera, con tal 
de que reflexione: en la Europa de hoy, aturdida por los golpes
que recibe, en Francia, en Bélgica, en Inglaterra, la menor
distracción del pensamiento es una complicidad criminal con
el colonialismo. Este libro no necesitaba un prefacio. Sobre
todo, porque no se dirige a nosotros. Lo escribí, sin embargo,
para llevar la dialéctica hasta sus últimas consecuencias:
también a nosotros, los europeos, nos están descolonizando; es
decir, están extirpando en una sangrienta operación al colono
que vive en cada uno de nosotros. Debemos volver la mirada
hacia nosotros mismos, si tenemos el valor de hacerlo, para
ver qué hay en nosotros. Primero hay que afrontar un
espectáculo inesperado: el striptease de nuestro humanismo.
Helo aquí desnudo y nada hermoso: no era sino una ideología
mentirosa, la exquisita justificación del pillaje; sus ternuras y
su preciosismo justificaban nuestras agresiones. ¡Qué bello
predicar la no violencia!: ¡Ni víctimas ni verdugos! ¡Vamos!
Si no son ustedes víctimas, cuando el gobierno que han
aceptado en un plebiscito, cuando el ejército en que han
servido sus hermanos menores, sin vacilación ni
remordimiento, han emprendido un "genocidio",
indudablemente son verdugos. Y si prefieren ser víctimas,
arriesgarse a uno o dos días de cárcel, simplemente optan por 
retirar su carta del juego. No pueden retirarla: tiene que 
permanecer allí hasta el final. Compréndanlo de una vez: si la 
violencia acaba de empezar, si la explotación y la opresión no 
han existido jamás sobre la Tierra, quizá la pregonada "no 
violencia" podría poner fin a la querella. Pero si el régimen 
todo y hasta sus ideas sobre la no violencia están 
condicionados por una opresión milenaria, su pasividad no 
sirve sino para alinearlos del lado de los opresores. 
Ustedes saben bien que somos explotadores. Saben que 
nos apoderamos del oro y los metales y el petróleo de los 
"continentes nuevos" para traerlos a las viejas metrópolis. No 
sin excelentes resultados: palacios, catedrales, capitales 
industriales; y cuando amenazaba la crisis, ahí estaban los 
mercados coloniales para amortiguarla o desviarla. Europa, 
cargada de riquezas, otorgó de jure la humanidad a todos sus 
habitantes: un hombre, entre nosotros, quiere decir un 
cómplice puesto que todos nos hemos beneficiado con la 
explotación colonial. Ese continente gordo y lívido acaba por 
caer en lo que Fanon llama justamente el "narcisismo". 
Cocteau se irritaba con París, "esa ciudad que habla todo el 
tiempo de sí misma". ¿Y qué otra cosa hace Europa? ¿Y ese 
monstruo supereuropeo, la América del Norte? Palabras: 
libertad, igualdad, fraternidad, amor, honor, patria. ¿Qué se 
yo? Esto no nos impedía pronunciar al mismo tiempo frases 
racistas, cochino negro, cochino judío, cochino ratón. Los 
buenos espíritus, liberales y tiernos —los neocolonialistas, en 
una palabra— pretendían sentirse asqueados por esa 
inconsecuencia; error o mala fe: nada más consecuente, entre 
nosotros, que un humanismo racista, puesto que el europeo no 
ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y 
monstruos. Mientras existió la condición de indígena, la 
impostura no se descubrió; se encontraba en el género humano 
una abstracta formulación de universalidad que servía para 
encubrir prácticas más realistas: había, del otro lado del mar, 
una raza de subhombres que, gracias a nosotros, en mil años 
quizá, alcanzarían nuestra condición. En resumen, se 
confundía el género con la élite. Actualmente el indígena 
revela su verdad; de un golpe, nuestro club tan cerrado revela 
su debilidad: no era ni más ni menos que una minoría. Lo que 
es peor: puesto que los otros se hacen hombres en contra 
nuestra, se demuestra que somos los enemigos del género 
humano; la élite descubre su verdadera naturaleza: la de una 
pandilla. Nuestros caros valores pierden sus alas; si los 
contemplamos de cerca, no encontraremos uno solo que no 
esté manchado de sangre. Si necesitan ustedes un ejemplo, 
recuerden las grandes frases: ¡cuan generosa es Francia! 
¿Generosos nosotros? ¿Y Setif? ¿Y esos ocho años de guerra 
feroz que han costado la vida a más de un millón de argelinos? 
Y la tortura. Pero comprendan que no se nos reprocha haber 
traicionado una misión: simplemente porque no teníamos 
ninguna. Es la generosidad misma la que se pone en duda; esa 
hermosa palabra cantarina no tiene más que un sentido: 
condición otorgada. Para los hombres de enfrente, nuevos y 
liberados, nadie tiene el poder ni el privilegio de dar nada a 
nadie. Cada uno tiene todos los derechos. 
[…]
No es bueno, compatriotas, ustedes que conocen todos los crímenes 
cometidos en nuestro nombre, no es realmente bueno que no 
digan a nadie una sola palabra, ni siquiera a su propia alma, 
por miedo a tener que juzgarse a sí mismos.


Jean-Paul Sartre, prólogo a Frantz Fanon, Los condenados de la tierra.

09 octubre 2017

Clase media y Cine

“La clase media, especialmente desde que la «nueva burguesía», con su ejército de «empleados», funcionarios civiles menores y empleados privados, viajantes de comercio y dependientes de tienda, ha llegado a existir, se ha acomodado «entre las clases» y siempre ha sido utilizada para llenar los vacíos entre ellas. Siempre se ha sentido amenazada desde arriba y desde abajo, pero ha preferido abandonar sus verdaderos intereses antes que sus esperanzas y supuestas perspectivas. Ha pedido ser considerada como parte de la alta burguesía, aunque en realidad ha compartido el destino de la clase inferior. Pero sin una posición social delimitada y clara no es posible una conciencia consecuente y una visión coherente de la vida, y el productor cinematográfico ha tenido la habilidad de confiarse con toda seguridad a la desorientación de estos elementos desarraigados de la sociedad. La actitud pequeñoburguesa ante la vida se tipifica por un optimismo sin ideas y sin críticas. Cree que en último término no tienen importancia las diferencias sociales y, de acuerdo con esto, necesita ver películas en las que la gente pase, sencillamente, de un estrato social a otro. A esta clase media el cine le proporciona el cumplimiento del romanticismo social que la vida nunca comprueba y que las bibliotecas jamás realizan de manera tan seductora como el cine con su ilusionismo. «Cada uno es el arquitecto de su propia fortuna», tal es su suprema creencia, y la ascensión es el motivo básico de las fantasías del deseo que la atraen al cine. Will Hays, el que fue antaño «zar del cine», estaba bien seguro de esto cuando incluyó en sus orientaciones para la industria estadounidense de cine la consigna de «mostrar la vida de las clases superiores».”


Pasaje de: Hauser, Arnold. “Historia Social de la literatura y del arte.”

27 septiembre 2017

Castigo

CAÍN: ¿Y la condena?
TATITA: Destierro, Caín... Vas a andar sin detenerte y no te alcanzará la tierra. Tanto te gusta medir: medirás el mundo en pasos, en pies. Y te afincarás en una tierra un día y harás piedra sobre piedra tu ciudad amurallada, cagueta. Cascote sobre cascote. Encerrada. Y juntarás capitalito y por guardarlo harás los muros más altos todavía. Y fundarás bienes raíces pero vivirás desarraigado, temblando cada día de pensar en perderlo. Lo tuyo Caín, será el temblor. Y por ganar más perderás el sueño. Y si volvieras a encontrarlo tomarás capitalito por la nariz para alejarlo de nuevo y seguir juntando. Y cuando consumido, agotado, de rodillas quieras descansar, te vendrá a visitar el horror. Porque cuando no sumes ni restes ni dividas ni multipliques empezarás a pensar. Y con tal de no pensar preferirás no descansar nunca. Pero nunca. Serás el gran constructor de ciudades. Pero apenas aquerencies en una dejarás a los tuyos y buscarás edificar otra. Y otra.
[...]
TATITA: Amarás más a los inmuebles que a los hombres. Y llevarás adentro el peor de los castigos que alguien puede llevar. Pero el peor de todos: no querrás que te vaya mejor. Querrás que a los otros les vaya peor.


Mauricio Kartun, Terrenal. Pequeño misterio ácrata.
Atuel. Buenos Aires. 2014.

26 septiembre 2017

La tierra

El conquistador, que impuso esa norma de odio, codiciando aquí lo que había despreciado allá, se proclamó señor de la tierra, del hombre y de las cosas, a pesar de que no llegó a poseerlos ni a estimarlos más que como riqueza portátil. Porque el ansia de sumar extensión era justamente lo opuesto que se pueda imaginar al deseo de quedarse. La captura del ganado, el acopio de los productos, exigía otros métodos que la extracción del oro en las minas. Puesto que el indio los poseía, los rodeos y manadas eran tesoros y, arrebatárselos, una empresa de mayor mérito que cuidarlos y criarlos.  
En el campo, rodeando ganado, combatiendo al indígena, se forma un consorcio involuntario con ellos, se termina operando en función de ellos. En esta tierra el señor quedó abortado en el ganadero; no hubo en adelante señores, sino hombres ricos, y toda la tierra valdría por el animal. Así el medio físico triunfó de la ambición y la obligó a conformarse con lo que él quiso: cereal y ganado. Y aun le impuso terribles condiciones: el espíritu errátil, el afán de acumular, la vergüenza de la pobreza, la disolución del hogar, la imposibilidad de la cultura basada en el simple respeto y la vaciedad del amor.  
Significaba al mismo tiempo la victoria de la tierra vencida, en la vindicta de los hijos naturales encarnando la realidad preterida sobre el hombre triunfante. Fue la primera de las luchas victoriosas de América, del desierto, y el primer paso en la decadencia del hombre humillado bajo la apariencia del triunfo, en los preliminares encuentros con ella. Se daban la carne, el maíz y el trigo: el alimento, es decir, lo que apenas significaba algo en la vida civilizada; se obligaba al hijo de Europa y del siglo XVI en adelante, a someterse a la industria del primitivo; se le hacía retrogradar a la caverna para que pagara con el envilecimiento la fortuna. Los más dóciles a la deformación prevalecían; los que más se sometieron tenían razón. Vinieron a ser máquina, herramienta del ganado y del cereal; se convirtieron en pastores y en matarifes que iban a proveer de sustento al europeo, del que se habían apartado millas de siglos.  
A la conquista del territorio para la Corona siguió el otro absurdo de la conquista del alimento para el ausente y, al fin, este otro que es el tercer aspecto, el actual, igualmente lógico: la conquista de la riqueza para el capital extranjero en el ferrocarril, el frigorífico y el trust cerealista. Fueron términos en que se planteó la lucha y que decidiría la suerte de estas comarcas para muchos años; una pugna estupenda como quizá no hay otra en la historia: la tierra que conquista al conquistador, lo vence y lo obliga a que se convierta en servidor de todo aquello que le repugna profundamente. 



Ezequiel Martinez Estrada, Radiografía de La Pampa. Interzona, Buenos Aires, 2017.

24 septiembre 2017

Democracia y política

El conflicto político, en suma, designa la tensión entre el cuer-
po social estructurado, en el que cada parte tiene su sitio, y la
"parte sin parte", que desajusta ese orden en nombre de un
vacío principio de universalidad, de aquello que Balibar llama
la égaliberté, el principio de que todos los hombres son igua-
les en cuanto seres dotados de palabra. La verdadera política,
por tanto, trae siempre consigo una suerte de cortocircuito
entre el Universal y el Particular: la paradoja de un singulier
universel, de un singular que aparece ocupando el Universal y
desestabilizando el orden operativo "natural" de las relaciones
en el cuerpo social. Esta identificación de la no-parte con el
Todo, de la parte de la sociedad sin un verdadero lugar (o que
rechaza la subordinación que le ha sido asignada), con el
Universal, es el ademán elemental de la politización, que rea-
parece en todos los grandes acontecimientos democráticos,
desde la Revolución francesa (cuando el Tercer Estado se pro-
clamó idéntico a la nación, frente a la aristocracia y el clero),
hasta la caída del socialismo europeo (cuando los "foros" disi-
dentes se proclamaron representantes de toda la sociedad,
frente a la nomenklatura del partido). En este sentido, "políti-
ca" y "democracia" son sinónimos: el objetivo principal de la
política antidemocrática es y siempre ha sido, por definición,
la despolitización, es decir, la exigencia innegociable de que
las cosas "vuelvan a la normalidad", que cada cual ocupe su
lugar...

Slavoj Zizek - En defensa de la intolerancia. Sequitur, Madrid, 2008.